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Miguel María Grau Seminario III PARTE

Combate naval de Angamos

La incapacidad de los mandos navales chilenos frente a las continuas incursiones del Huáscar fueron motivo de protestas populares, interpelaciones en el congreso y la censura del gabinete ministerial. Todo ello se agudizó con la captura del transporte Rímac, luego de lo cual se produjeron renuncias de ministros y se efectuaron inevitables cambios en las jefaturas del ejército y la escuadra. Los conductores de la guerra, ante la imposibilidad de iniciar la campaña terrestre para invadir el sur peruano, determinaron que el hundimiento del Huáscar era prioritario e indispensable para llevar a cabo sus planes.

Una de las primeras medidas fue el relevo del contralmirante Juan Williams Rebolledo en el mando de la Escuadra chilena por el capitán de navío Galvarino Riveros, quien dispuso que sus buques fueran sometidos a reparaciones de calderas y carena para limpiar sus fondos y prepararse a dar caza al Huáscar. Para dicho propósito, elaboraron un plan para capturarlo, organizando a su escuadra en dos divisiones, la primera, integrada por el Almirante Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño, y la segunda, compuesta por el Almirante Cochrane, el Loa y la O'Higgins. La idea era tenderle un cerco al Huáscar, en el área comprendida entre Arica y Antofagasta.

Continuando los acontecimientos, Grau recibió órdenes de zarpar con la Unión y el Rímac rumbo al sur, con la finalidad de hostigar los puertos chilenos entre Tocopilla y Coquimbo, en tanto que las dos divisiones chilenas habían partido hacia el norte en búsqueda del Huáscar llegando a Arica en la mañana del 5 de octubre, no hallando allí a su objetivo.

El Huáscar, mientras tanto, luego de dejar al Rímac en Iquique, arribó en compañía de la Unión a la caleta de Sarco. Ahí capturaron a la goleta Coquimbo, para posteriormente llegar al puerto del mismo nombre y proseguir hacia el sur, hasta la caleta de Tongoy, localidad cercana al importante puerto de Valparaíso. Cumplido el objetivo de esta expedición, Grau y sus naves iniciaron su retorno a aguas peruanas.

Mientras los barcos peruanos navegaban hacia el norte de regreso, ignoraban los movimientos de los buques chilenos. Las dos divisiones enemigas avanzaban desde diferentes direcciones, en posición abierta, dispuestas a cercar a su objetivo.

Al amanecer del 8 de octubre de 1879, el Huáscar fue avistado por la primera división chilena, lo que obligó a Grau a virar hacia el suroeste para luego volver al norte, a la máxima velocidad posible tratando de dejar atrás a sus enemigos. Poco después, el Huáscar y la Unión se encontraron con la segunda división chilena frente a Punta Angamos. Al percatarse de que el Huáscar no podría evadir el combate por su escaso andar, la Unión, de mayor andar, a expresa orden del almirante, se abrió paso hacia el norte.

Luego, a las 9:40 horas, siendo inevitable el encuentro, el monitor peruano afianzó su pabellón de combate disparando los cañones de la torre sobre el Almirante Cochrane a mil metros de distancia. Los artilleros del monitor eran británicos, y su puntería no era del todo efectiva. La Covadonga y el Almirante Blanco Encalada en esos momentos se hallaban a una distancia de seis millas con dirección al Huáscar, mientras que la O'Higgins y el Loa se dirigían a cortar el paso a la Unión. El Almirante Cochrane no contestó inicialmente los disparos, sino que acortó distancias gracias a su mayor velocidad, estando a 500 metros, una andanada del Monitor golpeó la banda del acorazado chileno haciéndolo bandearse por unos instantes, pero sin mayor daño y cuando estuvo a 200 m por babor del Huáscar, hizo sus primeros disparos, perforando el blindaje del casco y dañando el sistema de gobierno.

Grau en su torre, presintiendo lo inevitable y agachándose hacia la rejilla del piso, se despidió de Diego Ferré en un fraternal saludo de manos. Mientras tanto, las alzas de los cañones chilenos apuntaban hacia las partes vitales del monitor. Diez minutos después un proyectil proveniente también del Almirante Cochrane impactó en la torre de mando y al estallar hizo volar al contralmirante Miguel Grau y dejó moribundo a su acompañante teniente primero Diego Ferré. Entonces tomó el mando del buque el capitán de corbetaElías Aguirre, quien continuó el combate con las naves chilenas, hasta que también cayó muerto por un disparo del contendor. Uno tras otro, los oficiales peruanos se fueron sucediendo a cargo de la nave, que recibía una y otra vez los impactos de la artillería chilena, hasta que habiendo recaído el mando en el teniente primero Pedro Gárezon Thomas de solo 28 años de edad, este oficial, viendo que ya no era posible continuar la lucha por las condiciones en las que se hallaba el buque, con sus cañones inutilizados, roto su timón, y con parte de su tripulación muerta o herida, dio la orden de abrir las válvulas de fondo para inundar al monitor antes de entregarla rendida, orden que fue cumplida por el alférez de fragata Ricardo Herrera de la Lama y de esta forma impedir la captura de la nave peruana.

A las 10:55 el Almirante Cochrane y el Almirante Blanco Encalada suspendieron el cañoneo y al ver que el Huáscar pronto se iría a pique, enviaron una dotación armada en lanchas para tomarlo. Cuando los marinos chilenos ingresaron a bordo, el Huáscar ya tenía 1,20 m de agua y estaba a punto de hundirse por la popa. Revólver en mano, los oficiales chilenos ordenaron a los maquinistas cerrar las válvulas y posteriormente obligaron a los prisioneros a apagar los fuegos que consumían diversos sectores de la nave. La nave, ya incapacitada para la defensa, había sufrido el abordaje del enemigo. La lucha había concluido y el Huáscar capturado.

 

Los restos de Grau

Después del combate de Angamos, el teniente primero Pedro Gárezon Thomas, último comandante del "Huáscar", no quiso abandonar el monitor hasta no haber agotado la búsqueda de los restos del almirante Grau. Al ver su insistencia, el teniente chileno Goñi le permitió hacer dicha búsqueda en la torre de mando, que se hallaba destrozada. Garezón entró por un gran boquete abierto por las bombas y tras una búsqueda exhaustiva, halló finalmente entre los escombros el único resto de Grau: «un trozo de pierna blanca y velluda, solo desde la mitad de la pantorrilla al pie, que estaba calzada con un botín de cuero.» Gárezon certificó que se trataba de un auténtico resto del almirante. Colocado en una caja, fue conducido a Mejillones, donde se le honró con una misa oficiada por monseñor Fontecilla. Luego, el 14 de octubre, por orden expresa del gobierno chileno, fue trasladado a Valparaíso, a bordo del Blanco Encalada. El capitán de fragata Óscar Viel, que era concuñado y compadre de Grau, obtuvo de su gobierno el permiso para sepultar los restos de Grau en el mausoleo de su familia en Santiago, donde permaneció por algunos años.20

Los restos de Grau, junto con los pertenecientes a otros combatientes peruanos caídos en la guerra, retornaron al Perú durante el primer gobierno de Andrés A. Cáceres. Llegaron al Callao a bordo del crucero Lima, el día 13 de julio de 1890, siendo sepultados en una tumba provisional en el Cementerio Presbítero Maestro de Lima. En 1908 fueron trasladados a la Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico, inaugurada por el presidente José Pardo y Barreda en dicho cementerio.

En Chile permaneció un fragmento de la tibia de Grau que era exhibido en un Museo de Santiago, junto con una gorra y otros enseres personales del héroe. Este resto fue devuelto al Perú el 20 de marzo de 1958, en solemne ceremonia realizada en Santiago con la presencia del presidente de Chile, Carlos Ibáñez del Campo. Al día siguiente, llegaron vía aérea a Lima, donde fueron recibidos por el presidente Manuel Prado Ugarteche, quien, en parte de su discurso ceremonial expresó lo siguiente:

“La figura de nuestro ínclito Almirante, personifica una de las glorias legítimas que enaltecen no solo nuestros anales y los de América, sino del mundo entero. Su vida y sacrificio son paradigmas de caballerosidad y abnegación”.

Luego, los restos fueron conducidos al edificio de la antigua Escuela Naval en La Punta, donde fueron depositados en un salón.

Finalmente, el 7 de octubre de 1976, los restos óseos de Grau fueron trasladados en solemne ceremonia al Cenotafio construido en la Cripta de la Escuela Naval, donde permanecen con guardia de honor permanente. El 25 de julio del 2003 fueron depositadas allí la espada y las condecoraciones del héroe.

 

Homenajes

Autores peruanos, de las más variadas ideologías y condiciones sociales, han recitado el elogio sobrecogido del héroe de Angamos, considerado como el primer héroe nacional del Perú.

“Épocas hay en que todo un pueblo se personifica en un solo individuo: Grecia en Alejandro, Roma en César, España en Carlos V, Inglaterra en Cromwell, Francia en Napoleón, América en Bolívar. El Perú de 1879 no era Prado, La Puerta o Piérola: era Grau… Humano hasta el exceso, practicaba generosidades que en el fragor de la guerra concluían por sublevar nuestra cólera. Hoy mismo, al recordar la saña implacable del chileno vencedor, deploramos la exagerada clemencia de Grau en la noche de Iquique. Para comprenderle y disculparle, se necesita realizar un esfuerzo, acallar las punzadas de la herida entreabierta, ver los acontecimientos desde mayor altura. Entonces se reconoce que no merecen llamarse grandes los tigres que matan por matar o hieren por herir, sino los hombres que hasta en el vértigo de la lucha saben economizar vidas y ahorrar dolores.”

Manuel González Prada, “Grau”, 1885.

"Miguel Grau Seminario fue un hombre comprometido con su tiempo, con su país y sus valores. Fue honesto y leal con sus principios, defendió el orden constitucional y fue enemigo de las dictaduras. El héroe de Angamos siempre estuvo en la línea de afirmación de las normas morales y las tradiciones de la república. Honrado en el camarote y en la torre de mando, lo es también en el salón y en el hogar."

Jorge Basadre Grohmann

"Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau. La posteridad ha indultado a su generación infausta porque a ella perteneció el comandante del Huáscar (...) Al estudiar lo que hizo, preciso es recordar con qué elementos trabajó y cabe preguntar qué hubiera sido del Perú con Grau en un barco como el Cochrane o el Blanco Encalada..."

Jorge Basadre Grohmann, “Efigie de Grau”, inserta en Historia de la República del Perú.

“Grau fue y será, por ello, el símbolo del Perú, el héroe peruano por excelencia, porque tuvo, entre sus virtudes cardinales algunas que eran suyas, como brote milagroso del genio heroico –salud, fortaleza, tenacidad, prudencia, robustez del cuerpo y del alma–, y otras que eran la impronta de nuestro espíritu y nuestro sino y cristalizaron en su mezcla de bravura y nobleza, en su humildad y ternura para el niño o para el enemigo, en su incapacidad para la violencia destructora y la saña vandálica, y, sobre todo, en su peruanísima lección de vencer sin odio y perder con honra.”.

Raúl Porras Barrenechea

Tú eras la patria sobre el mar,

bajo el cielo

y más allá del horizonte,

y unías la leyenda y el cantar

al ejemplo

como un nuevo Quijote.

Reflejo azul de la bondad divina,

por ti, la roja guerra tuvo;

hundías barcos y salvabas vidas;

aún al enemigo distes amor,

y entre la sangre y la metralla

puro pasaste, el alma erguida

por la mano de Dios.

¡Tenías que caer!

Como en un mito griego,

se hizo de sangre todo el horizonte,

y se alzaron como unos semidioses

los que contigo al holocausto fueron.

¡Tenías que caer!

¡Se hizo de sangre todo el horizonte,

pero el mar, como nunca, fue el color de laurel!.

José Gálvez Barrenechea, “Oda a Grau”.

“Hay una tumba sin cruces en Punta de Angamos. Un recuerdo de luz que un puñado de marinos erigió por siempre para gloria de su patria. Más allá del valor y de límites tangibles escribistes Almirante, una oda de nobleza que hace honor a la guerra y sombra a sus trofeos. Tu pueblo, agradecido pronuncia con respeto el nombre de aquel buque de inmenso memorar: “Huáscar”.

Contralmirante Fernando Casaretto Alvarado, Los peruanos de Angamos (Obra teatral, 1976).

Miguel Grau es recordado no solo en el Perú, sino también en Chile y en Bolivia. Su nombre está presente en calles de Santiago de Chile como reconocimiento a su hidalguía. Por esta razón, se le conoce como El caballero de los mares, título acuñado por todos los implicados, por sus alturados valores, su coraje y pese a la guerra, la humanidad, temple y gallardía que mostraba ante sus enemigos en alta mar.

En Talcahuano, Chile, se conserva el Monitor Huáscar y en el, la figura de Grau está presente en un sitial de honor en su camarote y sala de oficiales.

En el piso bajo del hemiciclo del Congreso del Perú, ubicado en la parte central de la mesa directiva y frente a todo el hemiciclo se encuentra una réplica del escaño que ocupara en el siglo XIX Miguel Grau en su calidad de diputado nacional. Grau, siendo parlamentario, solicitó licencia para servir al Perú en la Guerra con Chile y como falleció en esta durante el Combate de Angamos, jamás se reintegró al parlamento. Como una señal de respeto y un homenaje, el nombre de Miguel Grau es el primero que se llama al momento de pasar lista a los congresistas.

 

Ascenso a la alta clase de Almirante

Al momento de estallar la guerra con Chile, Grau ostentaba la clase de capitán de navío. Por su destacado accionar en la campaña marítima fue ascendido a contralmirante, por ley del Congreso de la República del 26 de agosto de 1879, pero él nunca quiso hacer uso de la insignia de dicho grado, pues deseaba permanecer como comandante delHuáscar. Así se mantuvo hasta su gloriosa muerte en el combate de Angamos.

De manera póstuma, el Congreso de la República del Perú expidió la Ley N.º 10869, que fue promulgada el 26 de octubre de 1946 por el Presidente Constitucional de la República José Luis Bustamante y Rivero, por la cual, por voluntad nacional, se ascendió al contralmirante Grau a la alta clase de Almirante.

 

Monumentos a la gloria del Almirante Grau

El 21 de noviembre de 1897, el presidente Nicolás de Piérola inauguró en el Callao la hermosa columna que el escultor italiano Fabio Lanzarini modeló en Génova. La base y el capitel son de mármol y el conjunto es coronado por la estatua de Grau, de pie y con el brazo extendido señalando hacia el sur. En su discurso, Piérola expresó lo siguiente:

“El trozo de granito y bronce que circundamos en este instante y que el benemérito pueblo chalaco ha levantado en este pórtico del hogar nacional, conmemora una gloria verdaderamente peruana; pero como en las grandes cosas, brillante y amplia, vivificadora y fecunda, duradera, con la duración sin medida de los tiempos.”

Nicolás de Piérola, 1897.

En enero de 1940, el presidente Manuel Prado Ugarteche encargó al escultor peruano Luis F. Agurto, la ejecución de un monumento en honor a Grau, destinado a elevarse en la plaza principal de Piura. Dicho monumento se inauguró el 8 de octubre de 1943.

Prado también encargó otra obra escultórica del héroe al artista catalán Victorio Macho, para ser elevada en el centro de Lima. Dicho monumento lo inauguró el presidente José Luis Bustamante y Rivero, el día 28 de octubre de 1946, en la plaza que desde entonces lleva su nombre, ubicado entre el Paseo de la República, la Avenida Grau y el Paseo Colón. Es un bello conjunto de granito y bronce, en cuyo frontis se puede leer la leyenda: “A la gloria del Almirante del Perú Miguel Grau”. El presidente Bustamante leyó en tal ocasión un discurso bellísimo y lleno de profundidad, que culminaba así:

“Almirante:

La dimensión de vuestra hazaña se ha agrandado con el tiempo. En la lejana perspectiva es Angamos un símbolo de gigantes contornos y de presentes enseñanzas. Disponíais de medios limitados y frágiles; mas vuestro aliento supo darles eficacia y grandeza. Vuestra nave minúscula ha crecido, Almirante; y hay un sutil poder de fuego que envidian los cañones en el silencio austero de las cubiertas desmanteladas. No fue infructuoso vuestro sacrificio ni un vano gesto de inmolación de quienes con vos cayeron en la brega. Vuestra sombra augusta preside nuestros mares; y hay un altar para vuestro busto en cada nave de nuestra flota; y un rincón de emoción en cada pecho de nuestros marinos. La Armada del Perú cifra su orgullo en vuestra memoria y la Nación, espiritualmente congregado al pie de este monumento, os dice con acento de estremecida gratitud:

¡Gloria a vos, Almirante!.”

 

Orden Gran Almirante Grau

La Orden Gran Almirante Grau, fue creada el 13 de agosto de 1969 por Decreto Supremo, durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, como condecoración de laMarina de Guerra del Perú. La orden es concedida mediante Resolución Suprema por el Presidente de la República en los grados de "Gran Cruz Especial" y "Gran Cruz" y por elMinisterio de Defensa, como Canciller de la Orden, en los demás grados. El 29 de marzo del 2010, la Casa de Gobierno emitió un comunicado por el que se modificaba la concesión de los grados de la orden.

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